miércoles, 14 de mayo de 2014

El día que se fue la luz



Recuerdo que era martes y que llovía. Mi hermana Carla y yo habíamos terminado temprano nuestras tareas para que mamá nos dejara ver la película que pasaban a las ocho por la tele. Era la película que habíamos estado esperando por semanas, desde que vimos los espectaculares en la calle. ¡Y era la primera vez que la pasarían en televisión!  No nos la  perderíamos por nada.
Cerca de las ocho de la noche la lluvia se hizo más fuerte y comenzó a relampaguear el cielo. A Carla y a mí nos encantan los relámpagos, pero no les hicimos mucho caso,  la película estaba por comenzar. A la hora en punto, la pantalla del televisor se iluminó con las imágenes que presentaban: ¡La Aventura sin límite! Nuestros ojos se hincharon de emoción.
—Esta es la historia de tres niños valientes que vivían en un planeta lejano…— ¡Cabum! Un fuertísimo trueno interrumpió de golpe la trasmisión. Y no sólo eso, segundos después de escuchar el sonido, la televisión se apagó y con ella las luces de toda la casa.
Cuando nos recuperamos del susto, Carla y yo nos asomamos a la ventana: otra sorpresa, la luz de todo el barrio se había ido. Quedamos preocupadas, si la electricidad no regresaba pronto nos perderíamos el gran estreno.
—¿Y ahora qué hacemos?—preguntó Carla.
Esperar, ¿qué más? Saqué mi celular y nos turnamos para jugar con él. Sin tele ni computadora, era lo único que teníamos para entretenernos hasta que la luz volviera.
Una hora después del relámpago, ya estábamos resignadas, la luz no volvería. Tanto apurarse con la tarea, tantas expectativas para que la lluvia nos arruinara la película. Pero lo peor estaba por venir, a mi celular se le acababa la batería, pronto, quedaríamos completamente aisladas.
A las nueve veintitrés mi celular se apagó por completo. El intermitente reflejo amarillo de las velas que Mamá había colocado aquí y allá, fue lo único que quedó para vernos las caras.  ¡Qué decepción! ¡Y qué aburrimiento!
Recostadas en el sofá de la sala,  Carla tuvo una gran idea. Si la película no podía venir a nosotras, nosotras iríamos a ella. Así que tomamos las velas de mamá y fuimos a nuestro cuarto. Sobre el buró colocamos todas las velas, con eso tendríamos suficiente luz.
Después, buscamos en el closet, debajo de las camas, por todas partes. Ambas sabíamos lo que necesitábamos. Amontonamos los zapatos, distendimos las camas, colgamos las sábanas de la puerta y poco a poco la idea fue tomando forma. A la luz de las velas, habíamos hecho de nuestro cuarto una réplica casi exacta de la nave espacial de la película.
Con la nave lista, ¡Comenzamos el viaje! Yo era una capitana interespacial y mi hermana mi sub capitana, juntas cruzábamos el universo entero. Pero en eso,  una lluvia de meteoritos nos cayó encima y nuestra nave se averío. Aterrizamos de emergencia en un planeta extraño. El planeta que descubrimos estaba habitado por elefantes de peluche gigantes y sus archienemigos mortales, los calcetines sucios.
Les regalé mi celular descargado a los elefantes y nos hicimos amigos.  Ellos a cambio nos ayudaron a reparar la nave. Estábamos por despegar, cuando los calcetines nos atacaron con su peste. Carla quedó atrapada por dos calcetas, pero yo la liberé metiéndolas en el cesto de la ropa sucia.
Aprovechando que estaban distraídos los demás calcetines, regresamos a la nave y escapamos. Lamentamos dejar atrás a nuestros amigos elefantes, pero fue un alivio salvarnos. ¡La subcapitana Carla y la capitana Maira regresaban a casa!

Una semana después mi mamá nos regaló el DVD de La Aventura sin límite. Cuando lo recibimos, estábamos tan emocionadas que Carla y yo fuimos directo a encender el reproductor de DVD. Pero diez minutos después de haber iniciado la película Carla y yo ya estábamos aburridas. Nuestra aventura espacial, aquella noche de lluvia, había sido mucho más divertida y emocionante. Nosotras habíamos cruzado el espacio y vencido sobre los calcetines, ninguna película podía superar eso.

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